"Adaptación de la autobiografía de un célebre bandolero del siglo XIX, ]uan Caballero, padrino de uno de los hijos de José María "el Tempranillo". El libro, titulado Historia verdadera y real de la vida y hechos notables de Juan Caballero, escrita a la memoria por él mismo, disfrutó, unos diez años atrás, de una edición crítica, prologada y anotada por el miembro de la Real Academia de la Historia, ]osé María De Mena. Carlos Giménez ha trabajado sobre esta edición y ha emprendido el relato de las aventuras de Juan Caballero a partir de la segunda parte, con recursos ocasionales a los episodios narrados en las páginas anteriores. La autobiografía de Juan Caballero atrajo la atención y el interés de Carlos Giménez en razón a su riqueza de hechos y a su carácter escasamente heroico y más bien realista."
"Abundantes elementos sugieren la equivalencia de la adaptación por Carlos Giménez con el género western. Hombres a caballo, cortijos, inserción del individuo en el paisaje, existencia solitaria en la naturaleza, acciones de bandidaje, persecución por las fuerzas de la ley, y, en definitiva, numerosos factores de época que equiparan la Andalucía del siglo XIX y el antiguo Oeste americano".
Javier Coma
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"Detrás de cada bandolero que "se echaba al monte", es decir, que se colocaba al margen de la ley, casi siempre había una razón de orden sociológico. A unos les empujaba la miseria, la carencia de recursos económicos; a otros, la rebelión contra la tiranía y la injusticia institucionalizadas. En ocasiones era el tener que escapar del brazo de la ley ante la imposibilidad de poder demostrar ante una justicia sorda, estúpida y perezosa —cuando no corrompida— la inocencia ante una acusación producida por error o premeditadamente falsa.
Camino de desesperados
En otras ocasiones, el camino del monte era el único posible para el hombre desesperado que, tras haber sido víctima de un crimen, despojo o afrenta, optaba por tomarse por propia mano esa justicia que la ley le negaba. Muchas de las partidas de bandoleros que acechaban, en los caminos reales andaluces, el paso de las diligencias y sillas de postas para despojar de sus pertenencias a los incautos y asustados viajeros, habían sido antes partidas de guerrilleros en la lucha contra los ejércitos napoleónicos. Y es al finalizar la Guerra de la Independencia y enfrentarse nuevamente al panorama desolador de la miseria y el hambre cuando, no encontrando otra forma de subsistencia que la que puedan proporcionarles sus propias armas, se lanzan a los caminos con un desesperado anhelo de rebelión".
(...) "Pero no fue la horca ni los migueletes ni la tropa quienes acabaron con los bandoleros andaluces. Al bandolero romántico de manta y trabuco, faca y patilla, caballo tordo y sombrero calañés, señor de la serranía o la campiña, adalid de afligidos y azote de la aristocracia territorial...
//... aquel que en Andalucía por los caminos andaba, el que a los ricos robaba y a los pobres socorría.
a aquél lo mataron tres inventos que, a mediados del siglo XIX, hicieron su aparición en Andalucía: el ferrocarril, el telégrafo y la benemérita Guardia Civil aplicando sistemáticamente la ley de fugas, con la que multitud de presos y sospechosos de bandolerismo, al ser conducidos de una a otra cárcel, eran muertos al intentar huir".
Carlos Giménez
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