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Prevención en fisioterapia. Una emergencia sanitaria.
Rafael Ugarte
Sí que es verdad que las pseudociencias hacen daño, pero la mala ciencia también lo hace. En el caso de la fisioterapia existen diferentes técnicas que nos pueden servir de ejemplo: las técnicas invasivas en suelo pélvico, la manipulación vertebral, las terapias de restricción de flujo, la electropunción o incluso el mismo ejercicio terapéutico. Todas ellas, si no se aplican correctamente y sin tener en cuenta posibles contraindicaciones, suponen un riesgo importante para los pacientes.
El concepto de prevención es habitual en fisioterapia. No obstante, la fisioterapia preventiva en muchas ocasiones no existe. La prevención es evitar la aparición y frenar el avance de las enfermedades en la población. Dicha prevención se puede dividir en: prevención primaria, donde se controlan factores de riesgo para que dicha enfermedad no aparezca; prevención secundaria, donde se busca disminuir la prevalencia de la enfermedad; y prevención terciaria, donde solo se pueden disminuir las consecuencias de una enfermedad instaurada. Esta última sería en la que la fisioterapia más interviene actualmente.
No obstante, en esta clasificación no se incluyen dos escalones más: en primer lugar, una prevención por encima de la terciaria, que engloba a todos los pacientes crónicos que van a terminar sus días recibiendo tratamiento por parte de un profesional de la fisioterapia para paliar los efectos de su enfermedad; y en segundo lugar la prevención primordial, donde intervienen los determinantes de salud, buscando que la población general no tenga factores de riesgo para el desarrollo de enfermedades en el futuro.
Como se ha dicho, los fisioterapeutas salimos del Grado como expertos en prevención terciaria, y habría que hacer la reflexión de si realmente somos profesionales de la salud o profesionales de la enfermedad. Y no es porque no se conozcan el resto de prevenciones, el problema es que no se enseñan a hacer. Se concibe al fisioterapeuta como un taller de reparación de una máquina más que un agente de salud transversal.
Además, el estado de bienestar completo que plantea la OMS es insostenible, ya que todos estaríamos enfermos aunque únicamente presentemos estrés por la charla que vamos a dar. De esta manera solo se llega al 20% de la población.
Al final, estamos ante una emergencia sanitaria por la falta de salud en la población pero, ¿qué se puede hacer para mejorarla? Una propuesta sería mejorar el volumen de actividad física, pero los países con mayor actividad física no son los que gozan de una mejor salud. Otro posible factor determinante sería tener un estado de bienestar que garantice a la población gozar de unos factores socioeconómicos favorables, pero en estos países la salud poblacional no es mejor que en el resto. Parece que los componentes individuales no son predictores de salud.
Un componente que sí parece que influye es la carga alostática ya que, cuando al cuerpo se le genera un estrés, este crea adaptaciones volviendo al punto inicial, pero si se produce una sobrecarga del sistema ya no se vuelve a ese punto de inicio, generándose así una sobrecarga alostática.
Finalmente, los fisioterapeutas deben basarse en el modelo humanístico, un modelo basado en la persona donde no debemos imponer nada al paciente sino que se debe generar un diálogo para llegar a decisiones compartidas. De este modo, hay que pensar en la mejor acción para el paciente, y así no debemos pensar en la prevención terciaria. Así, nace el concepto de saturogénesis, donde se aboga por mantener al paciente sano, más que paliar la enfermedad, promoviendo así la salud.
No siempre vamos a poder disminuir la enfermedad, pero sí aumentar la vida.